Las Terrazas en lo alto de Madrid

La nueva terraza del clásico hotel The Principal Madrid es una de las imprescindibles del verano madrileño. Situada en la séptima planta, ofrece vistas sobre la escultura de la Victoria Alada que corona la cúpula del edificio Metrópolis; el edificio del Círculo de Bellas Artes y de la intersección de las calles Alcalá y Gran Vía. Aquí se sirve aperitivos, cafés y tés, cavas, champán, combinados y cócteles de Diego Arias, como el Ipanema. Todo ello, con música ambiente.

Sin abandonar el hotel The Principal, en la sexta planta descubrimos La Pérgola, terraza acristalada, luminosa y ‘vintage’, que abre todo el año. Ofrece una carta corta, bebidas y aperitivos (de 12:30 a 0:00) y permite disfrutar de la fachada del Círculo de Bellas Artes y la emblemática cúpula del Edificio Metrópolis.

En la azotea del hotel Ibersostar Las Letras Gran Vía, el antiguo hotel De Las Letras, se esconde una terraza con aires de buhardilla parisina. Lo más original son las vistas diurnas al Edificio Telefónica, también fantásticamente iluminado por la noche. Aquí podremos pedir una de sus famosas latas de conservas y regarlas con un vino, un cóctel o alguno de sus innumerables destilados. Tiene bancos, zona de barra y rincón de ‘showcookings’ y cócteles. Además, elaboran variados sándwiches, bocadillos, tartares de corvina o buey, y tablas de quesos o jamón ibérico.

En el moderno Círculo de Bellas Artes y a 56 metros de altura, encontramos una azotea de 700 metros cuadrados con restaurante. Llena por la noche con gente guapa y música ‘chill out’ (hasta las 23.00). Pese a los 4 euros a pagar por el acceso, y el sol madrileño, merece subir de día por la impresionante panorámica de 360º.

En el barrio de Malasaña nos acercamos a un nuevo multiespacio de cuatro plantas con tienda de ropa y accesorios, espacio ‘gourmet’, decoración, sala de exposiciones y hasta un cine. La azotea acoge una insólita terraza rodeada de tejados. La cúpula del gran lucernario central da un aire posmoderno y lunático a esta antigua fábrica de cera. En el tercer piso está la terraza de la coctelería, junto al restaurante ambientado por el joven estudio barcelonés Batabasta.

La ciudad ha encontrado un serio aliado en las alturas y los ascensores. A un paso de la plaza Mayor encontramos este ‘hostel’ juvenil con un gran vestíbulo y una terraza en el ático, a la que acceder requiere, normalmente, esperar una larga cola. Merece la pena por sus vistas a la madrileña cúpula de San Isidro. También por su animado ambiente. Se puede picar y tomar vinos o cervezas en la zona de invernadero, junto al ventanal. O en las mesas bajas de la zona abierta. De noche se vuelve aún más romántica, con farolillos que simulan luces de feria.

Cerca de Callao, en la zona del Triángulo Ballesta (TriBall), descubrimos una terraza con vistas a la iglesia de San Martín de Tours. Una extraña mezcla de modernidad y tradición con buena oferta gastronómica (de 12 a 2.00): platos ligeros y postres caseros, cervezas y refrescos a precios asequibles. Cuenta con varias zonas y estrambótico mobiliario blanco, como el de los tubos (iluminados por la noche con fluorescentes), sofás, taburetes, hamacas, butacones, cubos ‘chill out’… La piscina tiene acceso con consumición. Gymage Lounge Resort es gimnasio, peluquería, tienda deportiva, herbolario y café-teatro. En breve, también un hotel.

La progresiva modernización del barrio de Las Letras pasa por el hotel ME Madrid, cuya azotea ocupa hoy una grandiosa terraza, antes llamada The Penthouse, que cumple pronto diez años. Tiene una vista panorámica única de la ciudad imperdible. A un lado, emerge el torreón donde los toreros se vestían de luces antes de salir hacia la plaza de Las Ventas cuando este era el hotel Reina Victoria o de los toreros. Tiene varios espacios ‘lounge’ donde picar algo desde 6 euros, cenar o tomar una copa. Además, una zona de barra interior y un bar VIP. Por la noche multiplica su encanto. Abajo se encuentra el fabuloso restaurante Ana La Santa.

Algunas azoteas guardan historia. Como la ubicada en lo alto del Palacio de Comunicaciones, antigua sede de Correos y, actualmente, del Ayuntamiento de Madrid. La sexta planta acoge un restaurante con terraza y carta donde predominan productos castellano-manchegos y de la huerta de Adolfo Muñoz. Hay una segunda terraza reservada a ‘snacks’ y combinados, cuya entrada cuesta 4,50 euros (6 euros a partir de las 18.00) que se descuentan posteriormente en la consumición. Una planta más arriba está el mirador (entrada 2 euros; niños 50 céntimos y gratis el primer miércoles de mes).

Los “techos” (tejados) de Madrid de los que se enamoró el actor Juan Diego Botto al llegar de Buenos Aires tienen su punto, sobre todo actualmente, convertidos en animados áticos y azoteas. Cerca de Embajadores, la terraza del dinámico centro cultural La Casa Encendida permite vivir experiencias extrasensoriales en verano, y no precisamente a causa del calor. Mitad solárium, mitad zona de pavimento, incluye un bar improvisado e informal con ‘snacks’ y copas.

“Amando La Latina y Madrid desde 1994”, dicen en su web. No podía faltar una de las míticas, en la tercera planta de un palacete del siglo XIX. Acogedora y ecléctica, permite ver el atardecer hacia la iglesia de San Francisco El Grande, la iglesia cristiana con la tercera mayor cúpula del mundo, y pinturas de Goya o Zurbarán. También invita a vivir una noche latinera entre buena sintonía, no solo la musical: ofrece pinchos, raciones y pizzas, y triunfa el clásico mojito. Conviene reservar. Abajo hay restaurante.

En Chueca, el hotel Óscar Room Mate, con interiorismo de Tomás Alía, invita a subir hasta su terraza, desde donde es posible contemplar espectaculares vistas urbanas de 360 grados. Tiene piscina para darse un chapuzón (de 12.30 a 18.30) y solárium donde broncearse bajo el intenso sol madrileño. La terraza abre de 19.30 a 2.30 y su apuesta es la coctelería. La reforma de 2008 incorporó tumbonas, camas balinesas y ‘chaises longues’.

El concepto de terraza que propone el Museo Thyssen, a un lado están las terrazas de verano, en los jardines, con un moderno diseño arquitectónico (abren hasta 1.30; lunes, hasta 16.00; domingos, hasta las 19.00). Ubicadas sobre la cafetería del museo, cuentan con zonas de mesas, taburetes y ‘chill out’, con cómodos sofás. Y techo abatible. Se puede picar, por ejemplo, un tartar o una hamburguesa de buey. Sirven cócteles y destilados ‘premium’. Por otro lado, El Mirador, el exclusivo restaurante de 250 metros cuadrados que solo abre 40 noches al año (en julio y agosto), regala vistas a los Jerónimos.

A veces, una terraza es algo más. A un paso del Congreso, esta terraza pionera en Madrid (abrió en 2004) ofrece hasta clases de yoga matutinas. En su recorrido en L, el espacio proporciona, hacia un lado, una visión del Madrid de los Austrias y, hacia el otro, del Madrid de los Borbones. Los cócteles incorporan ingredientes exóticos, especias y siropes, como el Lady Urban. Tiene piscina y tumbonas y se puede tomar el aperitivo (de 11.00 a 15.00; domingos hasta las 14.00). La carta del restaurante es del cocinero Aurelio Morales. Los cócteles del famoso Glass Bar, en la planta de calle, son de Óscar Durán.

En Madrid parecen triunfar los mercados que diversifican su oferta gastronómica. En algunos, como el de San Antón, abrió con éxito la terraza de La Cocina de San Antón (www.mercadosananton.com), en el ático. La Terraza de Poniente (Sky Moncloa), en el hotel EXE comunica con el Mercado de Moncloa, en Chamberí. Cumple su tercera temporada. Es romántica y perfecta para pilotar la zona oeste, con vistas al Ejército del Aire y la Ciudad Universitaria. Hay piscina, copas, aperitivos y fabulosas puestas de sol.

En su tercer año, Du Liban, un restaurante de alta cocina libanesa, estrena terraza en La Moraleja. La idea es viajar por la gastronomía libanesa sin movernos del sitio y en son de paz. Para ello, el cocinero libanés Wissan Moussa prepara unos ‘mezze’ (aperitivos fríos y calientes) con pan de pita, para comer con las manos. ‘Hummus’ beirutí, con verduras; ‘tabulé’ (ensalada típica), ‘mutabal’ (un plato con berenjena), ‘fatush’ (ensalada de rúcula), ‘kafta’ (carne de cordero picada) y ‘falafel’ (crema de habas y garbanzos), o un menú de tapas. Todo regado con vinos autóctonos, entre vegetación y junto a una fuente árabe.

Sigue siendo un lujo en  la decoración, la terraza-azotea y el ambiente, donde el  Premio Nacional de Gastronomía Paco Roncero y su equipo mantienen el nivel muy alto con una apuesta creativa y de autor desde los entrantes a los postres, con notables puntos de cocción. Royal de gallo con bearnesa de maíz y puré de cebolla, tournedos de rabo de toro con foie-gras y col, fresas con nata. Más de 900 referencias de vinos que cuida otro Premio Nacional de Gastronomía: María José Huertas, Precio medio 110 €.